
Ganesh




A pesar de que «Dios» es un concepto de reciente aparición dentro del proceso evolutivo de nuestra cultura, su fuerza innegable ha incidido sobre el ser humano de tal manera que éste ya nunca ha podido sustraerse al poderoso influjo que irradia la idea de su existencia. De la de cualquier dios. Eso es, de algún ser supremo dotado de capacidad para regir todos los elementos del universo material e inmaterial. Y aspecto fundamental: animado de una personalidad tal que permite que su voluntad, inapelable, pueda ser alterada en favor de los intereses humanos, mediante la negociación y el pacto, cuando la ocasión resulta propicia.
Dios nació mujer (Pepe Rodríguez, 1999)

La espiritualidad es algo respetable. Al igual que nadie debiera colarse en la cama de nadie para decirle con quién, cómo, cuándo y, sobre todo, de qué género tiene que ser su amor, nadie debería meterse en el corazón y la mente de nadie para darle lecciones de espiritualidad. Me refiero, evidentemente, a la propia existencia de un "ser supremo", que bajo mi punto de vista, no es uno (ni trino) sino que cada conciencia humana alberga a ese dios en lo más profundo de su ser. Por lo cual, como mínimo, hay unos 5.000 o 6.000 millones de dioses en este mundo.
Pues bien, elucubraciones metafísicas y teológicas al margen, da la casualidad que me encontré a uno de ellos en el bosque caminando y admirando lo que para mi es el único Dios verdadero: la madre tierra y todas sus maravillas. O al menos una imagen muy parecida a la que sus fieles tienen de él.
Esperando estoy al señor Iker Jiménez. Con los brazos abiertos. Y la mente...






